miércoles, 9 de enero de 2013

Un rey sin magia ni fuerza.

El rey, entre imputados, en una cacería.

“Los cortesanos, los asesores palaciegos, los periodistas tiralevitas, andan inquietos y con temores comprensibles –escribe Enric Sopena en elplural.com, bajo el título ¿Quo vadis, Monarquía?– El ciclo de Juan Carlos I parece que llega a su fin por razones biológicas y, además, políticas. Le tocó la lotería cuando el dictador, que lo separó deliberadamente de su padre, Juan de Borbón, le nombró Rey. Juró los principios del régimen franquista y se dispuso a defenderlos”. El periodista valora que Juan Carlos pudiera y supiera distanciarse de su verdadero padrino, traicionando el legado de Franco y contribuyendo a salvar a los ciudadanos, hartos ya del tirano. “Designó a Adolfo Suárez como jefe del Gobierno y la democracia suplió al Antiguo Régimen. Los partidos fueron legalizados y la derecha, la izquierda y gran parte del pueblo aceptó hasta con cierto orgullo que el rey reinara, pero que no gobernara, formando una monarquía parlamentaria que ha durado 35 años”.

Cuentan las crónicas que la finca de “El Alamín”, en Toledo, acogió una cacería de perdices ofrecida por Gerardo Díaz Ferrán, entonces presidente de la CEOE y con la reputación no tan empañada, pese al escándalo protagonizado por Aerolíneas Argentinas. Entre los invitados, se encontraba el rey Juan Carlos, acompañado por el entonces presidente de Baleares, Jaume Matas, imputado y condenado poco después por malversación, cohecho y prevaricación y otros empresarios. Díaz Ferrán, encarcelado por insolvencia punible y evasión de capitales y Arturo Fernández, vicepresidente de la CEOE, imputado por el escándalo Bankia, disfrutaron, en calidad de anfitriones, de un maravilloso día junto a sus invitados. Los asistentes cazaron perdices hasta las cinco de la tarde y, poco después, se ofreció una comida-cena.

Se equivoca La Zarzuela vendiendo encuestas (sondeos de opinión propios) que predicen que el monarca recupera prestigio. La finca estaba hipotecada en Banif, la división de banca privada del Banco Santander, con el que tenía deudas contraídas. Tal vez por eso, entre los invitados de Díaz Ferrán, en la cacería compartida con el Rey, también se encontraba Emilio Novela, presidente de Nocqa Partners, vicepresidente de Banif e imputado por la quiebra de Marsans. Y, mientras las relaciones del rey con Díaz Ferrán pudieran ser puramente cinegéticas, no fue así con el propietario del Grupo Cantoblanco, el hostelero Arturo Fernández quien mantiene una relación muy estrecha con Juan Carlos, hasta el punto de que le ha ido comprando su colección de automóviles.

Las malas compañías persiguen al monarca desde hace más de veinte años. La cuenta se inició con su ex consejero Manuel Prado y Colón de Carvajal, y tuvo su punto álgido con el ex banquero delincuente, Mario Conde y con empresarios sin escrúpulos que guardan como oro en paño imágenes que sólo sirven para enturbiar aún más a la Monarquía. Pero, los problemas graves han venido por otras vías mucho menos épicas que las políticas. “Por La Zarzuela –continúa Sopena– entraban conocidos multimillonarios, sospechosos casi todos. De un modo u otro, acabaron esos personajes deleznables condenados por la Justicia. Aquello se fue divulgando, no sin dificultades objetivas, yendo de boca en boca o a través de algún que otro libro de José García Abad. De entonces acá la Monarquía ha ido descendiendo paulatinamente a ojos de los ciudadanos. Ahora, la situación del Rey y, posiblemente, incluso la de su sucesor, Felipe de Borbón, un Príncipe con hechuras solventes, está peor que nunca. El escándalo de Iñaki Urdangarin es, según y cómo, letal. Los devaneos del monarca oscilan ahora entre la caza de elefantes, los negocios de su yerno y hasta de su hija, la infanta Cristina. Y habría que añadir sus amistades femeninas, peligrosas para un Rey en sus horas bajas y máxime con su país en crisis y bancarrota”.

A todo esto hay que añadir los hechos cada vez menos esporádicos protagonizados por grupos que rechazan abiertamente la monarquía, como el registrado por el Ayuntamiento de Alcanó, uno de los más de 140 municipios leridanos que forman la Asociación de Municipios por la Independencia. Se trata de un pequeño pueblo de 250 habitantes, que retiró el nombre del Rey de una de sus calles. Según confirma Sebastián Ricart, alcalde del mismo, hace tres años, los vecinos plantearon retirar el nombre de la calle Joan Carles I a través del buzón de sugerencias del Ayuntamiento, una propuesta que fue desestimada por el equipo de gobierno y que ahora ha sido aprobada en pleno. El alcalde considera, a título personal, que retirar el nombre del Rey “es equiparable a retirar símbolos franquistas”. La propuesta está en fase de exposición pública por lo que, a finales de mes, se producirá el cambio.

Todo ello hace referencia a un rey sin magia y sin fuerza, según el periodista, Juan José Téllez, en Público.es, que ya no puede predicar honradez, teniendo a Urdangarín en casa, ni solidaridades al uso con sus caras expediciones de caza. “Un rey con un ineficaz lavado de imagen que se ha ido desarrollando desde el mensaje de navidad a la entrevista con Jesús Hermida. Un rey que lleva recibiendo carbón desde hace mucho, sea o no sea el día de reyes. Y que tendría que abdicar aunque sólo fuera en defensa propia… porque la gente no entiende demasiado bien como la Casa Real puede convertirse en la única empresa del país que no haya sufrido un Ere. Quizá Su Majestad haya entendido mal la reforma laboral que él también firmó y piense que puede seguir en el curro con setenta y cinco años de edad por aquello de retrasar la edad jubilación…Lo peor del caso y lo que muchos tememos es que no sólo esté oxidada su corona, Alteza. Sino que también el óxido esté carcomiendo peligrosamente a la democracia”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La Casa Real ha transcendido su propia esencia innecesaria para convertirse en un oprobio intolerable.

chiflos.