sábado, 15 de febrero de 2014

De infantas y progenitores.


Los reyes y los príncipes.

“Hace poco más de un año –escribe Sabino Cuadra Lasarte, diputado de SORTU, en el artículo ‘De infantas y progenitores’, en Cróncias Popular– el prestigioso diario The New York Times calculaba el patrimonio del rey Juan Carlos en unos 1.800 millones de euros, afirmando que se trataba de una ‘fortuna opaca’. Lo decía, más que nada, porque cuando fue nombrado sucesor de Franco, accedió al cargo con poco más que una mano por delante y otra por detrás, ya que la paga que le daba su padre no le daba para ahorrar mucho. Para el diario, era ‘un secreto cómo ha amasado su considerable riqueza personal’ hasta situarse en la lista mundial Forbes, de millonarios, entre las primeras fortunas reales europeas. Porque, claro está, con los escasos 8 millones de presupuesto para toda la Casa Real, llegar a los 1.800 actuales exige tener unas muy altas habilidades en el terreno de los negocios.

“Como es lógico, las explicaciones que, caso de darlas, pudiera dar el propio rey para aclarar lo anterior (según la ley no está obligado a dar cuenta alguna de su patrimonio) no pueden tener mucha credibilidad. Quien en su día juró ante Dios y los Santos Evangelios ‘lealtad a su excelencia el Jefe del Estado –es decir, el genocida Franco- y fidelidad a los principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino’ y después se ha autoaireado como paladín de la democracia, no resulta muy de fiar. ¿Y qué decir de quien desde 1968 ha sido presidente de honor de la ONG WWF, protectora de los animales, y no ha tenido empacho alguno en pluriociosear su cargo con la participación en safaris, en Bostwana, abatiendo elefantes africanos en peligro de extinción a 30.000 euros la pieza? Luego, claro está, como le pillaron en fuera de juego, soltó entre pucheritos aquella trabajada frase que tanto nos conmovió: ‘Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir’. Los de la ONG no le creyeron y le botaron de la presidencia. No era para menos.

“Por primera vez en la historia de la familia real se anuncia el desglose de los ingresos públicos (sueldos más gastos) asignados a cada uno de ellos: el rey Juan Carlos, 292.752 euros; la reina Sofía, 131.739 euros; el príncipe Felipe, 146.376 euros y la princesa Letizia, 102.464 euros. Claro está, al margen de lo que se piense de estos sueldos, es evidente que con ellos no da ni de coña para que el patrimonio de uno alcance los 1.800 millones de euros. La explicación habrá que buscarla pues en las cordiales relaciones –llamémoslas así- que el monarca ha mantenido desde siempre con los grandes prebostes de la Banca española y las satrapías petroleras del Golfo Pérsico.

“Tras la declaración de la infanta ante el juez Castro me he hartado de leer y oír en todo tipo de medios que su respuesta a las seis horas de interrogatorios se han resumido en una sola idea: ella tenía plena confianza en su marido y desconocía todo lo que éste hacía. En cualquier caso, si mal no lo he aprendido en la carrera de Derecho, la confianza plena en el pichurri conyugal no es eximente penal alguna. Pero igual cuela, ¡vaya vd. a saber! De todas maneras, visto lo visto, hay una pregunta que queda en el aire. Caso de que la infanta sea declarada responsable y condenada por los delitos de fraude fiscal y blanqueo de capitales, ¿cuál puede ser la explicación de su conducta, el amor ciego que profesaba a su consorte o la cosa era más bien genética y le venía de casa? La respuesta está en el viento, que diría Dylan”.

1 comentario:

tecla dijo...

a) La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento.
Lo aprendí cuando lo de Lola Flores.
b) Si tanto ama a su marido: ¿Cómo es que ahora le culpabiliza de todo y lo abandona a su suerte?
c) ¿Cómo es que teniendo todo tipo de información a su alcance lo ignoraba todo?