jueves, 31 de julio de 2014

La envenenada herencia del Espírito Santo. (I)

 
 

 “En aquellos años de los 50 y 70, la Familia Real española en Estéril y Cascais –reconoce Miguel Alba en su artículo ‘El ocaso del clan Espirito Santo, los amigos banqueros del rey Juan Carlos’, publicado en Vozpópuli– cimentó la amistad con una familia de empresarios y banqueros portugueses que se hicieron con el BES (Banco del Espirito Santo)…En el año 2000, ocho después de la creación de BES España, los Espirito Santo llegaron al mundo de la vela nacional de la mano de Juan Caros, ya rey. El logotipo del BES dominó su categoría, la caduca clase 500, durante varias temporadas. El armador de aquel equipo era otro íntimo del rey, el duque de Airón, Gonzalo Fernández de Córdoba, con quien el monarca fue olímpico en Munich’72 en la clase Dragón. El sistema financiero se peleó deportivamente en las Regatas del Rey celebradas en Palma de Mallorca en aquellos veranos de los ochenta y noventa. Allí estaba el “CAM”, patroneado por el entonces Felipe, el “Caixagalicia” y el mudo logotipo de La Caixa en blanco inmaculado del “Bribón”, del Rey Juan Carlos.

Pero fue en tierra, en donde el holding de los Espirito Santo dominó la vida empresarial portuguesa y de sus antiguas colonias, a través de su matriz Espirito Santo Internacional (ESI). Una atalaya de éxito que se ha convertido en un débil castillo de naipes que amenaza con llevar al ocaso a la familia de banqueros amigos del rey, Juan Carlos. La semana pasada comenzó diluyendo a la familia de su banco en un 5%, hasta rebajar su participación a un 20%.  Sin embargo, la madeja de la reestructuración de una deuda cercana a los 7.000 millones apenas se deshilachó. Y amenazó con enredarse aún más. El gobernador, Carlos Costa, combinó sus mensajes de confianza hacia el BES con otros que adelantaban su posible futuro: la ayuda del Estado en la recapitalización. De hecho, Costa anunció este viernes en el Congreso portugués que el Estado luso contaba con una línea pública de 6.400 millones a disposición del BES. Sin embargo, el regulador estaba promoviendo una solución privada para el Banco Espirito Santo. Las tres mayores empresas del holding, entre ellas Espirito Santo Financial Group, dueña de la participación del banco, solicitó el concurso de acreedores. No sólo perdió la presidencia del Banco Espirito Santo, después de 144 años, sino que la  familia se enfrentó a desaparecer del accionariado del BES, reduciéndose hasta el 20%. El clan familiar pretendió reestructurar la deuda del Grupo Espirito Santo, con sede en Luxemburgo, y que superaba los 7.000 millones, mediante la petición de un concurso de acreedores.

El BES se enfrentó a un agujero por los préstamos concedidos a su filial en Angola, ya que la garantía del gobierno de este país africano sólo cubría el 70% de la cartera de créditos. Y la entidad decidió adelantar el nombramiento de un nuevo equipo de gestión liderado por el economista Vítor Bento, quien ya ocupaba el cargo de presidente, en sustitución de Ricardo Salgado, máximo responsable de la entidad durante los últimos 22 años. Esta estrategia, sin embargo, no consiguió una mejoría de su cotización en Bolsa, ya que terminó la sesión del lunes con un descenso del 8 % respecto al cierre del viernes. Y, en Portugal, algunos medios como Jornal do Negocios, informaron de un posible agujero del BES cercano a 3.000 millones por los préstamos concedidos a BES Angola.

Los problemas no eran del Banco Espirito Santo sino del millonario quebranto del holding familiar. Sin embargo, tanto la entidad como los clientes sufrieron las consecuencias de la millonaria exposición. El banco contó con un colchón de capital 2.100 millones para soportar su exposición de 1.182. Los clientes minoritarios estaban protegidos por una garantía de 700 millones. A mediados de mes, ya se preveía que la familia Espíritu Santo perdería el cetro de su entidad bancaria. En la disputa familiar tuvo que mediar el propio Banco de Portugal. El asalto de José María Ricciardi al sillón de su primo, Ricardo Salgado,  presidente del Banco Espirito Santo (BES), tuvo un final inesperado: la llegada del economista Vítor Bento, un 'extraño' que tenía licencia para cambiarlo todo. Su primera misión fue digerir la envenenada herencia para el BES y sus clientes. Casi 3.400 millones de exposición en el agujero que presentaba el conglomerado de empresas familiares. El BES perdió casi en un mes la mitad de su valor. El montante de la deuda del grupo con sus acreedores podía ascender a los 7.000 millones. Un cúmulo de malos indicios  sacudió al banco en Bolsa. Portugal salió en defensa del banco, uno de los símbolos del país que patrocinaba al gran símbolo de la calle, Cristiano Ronaldo. El primer mensaje fue del regulador: “BES cuenta con un capital suficiente para hacer frente a cualquier impacto negativo derivado de su exposición al grupo”. Más tarde Pedro Passos Coelho, primer ministro portugués, buscó los micrófonos para repetir argumentario y pedir calma  Los depositantes pueden tener toda la confianza –aseguró el primer político– porque sus ahorros están asegurados (hasta 100.000 euros por el fondo de garantía luso)”. Pero la deuda del grupo familiar con sus acreedores ascendía unos 7.000 millones.

Mañana (y II)

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