jueves, 24 de septiembre de 2015

Los griegos votaron contra la corrupción.

Alexis Tsiptas, durante su primer discurso tras ganar las elecciones.

La contundente victoria de Syriza en las elecciones griegas sitúan a Alexis Tsipras como a uno de los políticos más carismático de Europa. Dicen que es el político más decente que se mueve por ella, desde hace años. Al parecer, la decencia es un valor demasiado olvidado, desde hace tiempo. Y Syriza vuelve a formar gobierno con sus socio de ANEL (derecha nacionalista), habiendo superado la abstención el 45%. A pesar de la importante sangría de votos a través de la misma (ha aumentado casi un 8% en comparación con las generales de enero) y de haber firmado un programa de austeridad, Tsipras consigue mantenerse. “Con todas sus contradicciones –escribe Carlos Sánchez, director adjunto de Confidencial, bajo el título “Entre susto y muerte, los griegos votan contra la corrupción”)–,Tsipras ha ganado. Los griegos han querido que los ajustes los gestione un partido ‘limpio' de corrupción antes que las viejas formaciones que les llevaron a la ruina’. El pueblo acepta sacrificios, por muy duros que sean y aunque los imponga la Troika. La mayoría no está dispuesta (aunque la abstención haya podido rondar el 45%) a asumir la vuelta de los viejos partidos oligopolistas.

Grecia es, históricamente, un país pobre acostumbrado a sufrir. Cualquier ciudadano sabe, por experiencia, que ha vivido muy por encima de su capacidad de generar riqueza, y por eso los recortes aparecen como inevitables, sobre todo cuando se adeuda casi dos veces el PIB.  Pero, los griegos piensan  que es mejor que quien negocie con la Troika sea alguien que no está de acuerdo con las políticas de austeridad. Pero el hecho de que vaya a volver a gobernar Tsipras no significa un giro a la izquierda. Más bien lo contrario. Supone la consolidación de políticas clásicas de ajuste… Los ciudadanos helenos saben ya mejor que nadie lo que es un corralito, pero también que es mejor no morder la mano de quien te da de comer. Lo de la dignidad y la soberanía que propugna Tsipras no es más que un eslogan político (al menos dentro del euro). Y supone  políticas clásicas de ajuste. Por decirlo de una manera directa, en Grecia (como hizo Felipe González en España) será la izquierda la que gestione políticas clásicas. Salvo que algún líder político se vea con la fuerza suficiente para sacar a su país de la moneda única, algo que Varufakis intentó y que al final acabó con su rutilante carrera.

“No hay razones –insiste Carlos Sánchez– para pensar que el caso griego se pueda proyectar sobre la política española. Entre otras cosas porque lo que va a hacer Tsipras en Atenas es exactamente lo que ha hecho Rajoy desde 2011, y por eso, precisamente, el PP sigue siendo primero en todas las encuestas. Y el PSOE continúa purgando culpas. Podemos, por el contrario, está haciendo el viraje a la derecha a marchas forzadas, y eso supone romper la virginidad con la que nació hace menos de dos años. En ese viaje no hay nada auténtico, sino mucho tacticismo, y eso es muy probable que le pase factura. Se supone que si ha acudido Pablo Iglesias a Atenas para respaldar a Tsipras es porque creía que las políticas de ajuste son las que le iban a dar el voto a Syriza. Pero en España, para llevar adelante esas políticas, está ya el Partido Popular. Paradojas de la vida. Los hombres de negro tienen nuevo Gobierno en Atenas”.

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