domingo, 12 de noviembre de 2017

Los legados incómodos del exilio republicano español, daltonismo, Felipe VI y el humor amenazado.

      Ilustración: Paco Prazol.

Catedrático de Estudios Hispánicos en Oberlin College, Estados Unidos, e investigador visitante en la Radboud Universiteit, de Nimega, Sebastiaan Faber escribe, en "FronteraD, revista digital", un interesante artículo sobre el libro de José María Naharro-Calderón, “Entre alambradas y exilios: sangrías de las Españas y terapias de Vichy”. Se trata de una obra difícil, disidente y desbordante. Pero indispensable para comprender el significado, hoy, de la experiencia republicana del siglo XX español. “El libro de Naharro –nos advierte Faber–,  tiene una fuerte base histórica. Nos lleva por archivos oficiales y familiares poco explorados. De la mano de Agustí Centelles y Manuel Moros, ahonda en las imágenes fotográficas del éxodo catalán de los primeros meses de 1939. Junto con Max Aub y Centelles, pasamos por la experiencia humillante y deslumbrante que fueron los campos franceses, donde los republicanos conocieron el universo de concentración que tantas vidas marcaría en los años siguientes –y que sigue marcándolas en muchas partes del mundo–. Somos testigos de los intentos desesperados de parte de un puñado de generosos norteamericanos por rescatar a intelectuales españoles de la Francia ocupada. Pero Naharro también entra al presente español: lee con ojo crítico la novelística sobre la guerra y el exilio de las últimas dos décadas. Y entra de lleno en los enconados debates en torno a la memoria histórica, incluidas las polémicas sobre las fosas, el Valle de los Caídos y el callejero de Madrid. ‘Entre alambradas’ no solo es un libro que trata del exilio que sufrieron los que perdieron la guerra de España. Es también un libro exílico. Fruto de un cuarto de siglo de investigación, encarna una conciencia española desplazada, descolocada, que busca a su vez descolocar a sus lectores: contagiarles –o quizá mejor vacunarles– con el virus de una lucidez desterrada”.

      El uniforme de los milicianos republicanos de la Guerra Civil.

Sebastiaan Faber nos advierte que “Entre alambradas” es un libro difícil. Naharro-Calderón hace pocas concesiones a sus lectores. Dice que le ha quedado un gusto por los juegos de palabras y la invención de aparatos terminológicos propios que el lector se tiene que aprender, y asimilar bien, para poder apreciar sus análisis y argumentos. Y cita el pasaje entero en versión original no subtitulada: “… quiero construir una imagen polisémica que retomo semánticamente a partir de [Teresa] Vilarós (El mono del desencanto) [e Ignacio] Sánchez-Cuenca (La desfachatez intelectual), pero sin ceñirme al significado que le dan estos autores. Aquí ‘mono’ se refiere, por un lado, a la obsesiva ‘necesidad, deseo apremiante o añoranza’ (RAE) de reclamar o echar en falta, que identificaremos entre diversos discursos de la insatisfacción actual, algunos nostálgicamente republicanos de exilios. Por otro, es ‘prenda de vestir de una sola pieza, de tela fuerte, que consta de cuerpo y pantalón, especialmente la utilizada en diversos oficios como traje de faena’ (RAE), que evoca también el uniforme de los milicianos republicanos de la Guerra Civil. Lo utilizo como metáfora de la longevidad de discursos republicanos de exilios y de la buena salud de opciones discursivas demagógicas que también contaminaron el idealismo de aquellos que se opusieron al fascismo en 1936. También conservo en ‘mono’ la acepción de ‘síndrome de abstinencia’ (RAE), en referencia a los problemas acarreados por ciertos olvidos de la Transición, como el de los exilios de las Españas, o de una de sus metonimias de ausencia, las fosas comunes del franquismo, y le ‘embriaguez o borrachera’ (RAE) por los excesos que acarrean las inframemorias históricamente gremiales reprimidas a favor de los perdedores y sus víctimas. Por ‘desfachatez’ en su sentido de ‘descaro o desvergüenza’ (RAE), pienso en los discursos reparadores llenos de recetas inconsistentes y demagógicamente líquidas y ligeras, que pueden plantearse desde una postura de supuesta ecuanimidad y equidistancia históricamente reductora y revisionista (Cercas, Trapiello, Pérez-Reverte, etc.), como también de pseudonegacionismo nietzscheano, radicalmente destructor, anclado en una historia nostálgicamente anticuaria (Gregorio Morán, Juan Carlos Monedero, Vicenç Navarro, etc. (Pág. 14-15)”.


“Pero ‘Entre alambradas’ no sólo es difícil al nivel textual. Lo es sobre todo porque es incómodo. El autor se niega a complacer a nadie. Ciertamente, promulga muchas verdades. Pero ninguna de ellas consuela. Si uno entra al libro con determinadas ideas y convicciones, o determinados compromisos, con respecto la Guerra Civil, el exilio, el franquismo, la Transición o la memoria histórica, es muy difícil que esas ideas, convicciones y compromisos sobrevivan incólumes a la lectura de este texto... Naharro también es escéptico sobre los gestos públicos de recuperación del exilio republicano que se han sucedido desde la muerte de Franco, y que se han intensificado desde el cambio de milenio. Muchas de estas iniciativas, nos dice, se acaban convirtiendo en lo que llama exilio business: gestos especulares, superficiales, interesados y, en última instancia, inocuos. Es más, señala que parte de la clase política se ha aferrado agradecida al exilio  para esquivar el tema mucho más espinoso de las fosas y de la represión en la España del interior. Señala que no todos los exiliados sufrieron por igual. Los que no lograron salir de los campos de concentración franceses lo pasaron mal de verdad (por más que los franceses insistan que sus campos de ‘internamiento’ no se comparen con los campos nazis). Pero tan mal no lo pasaron los republicanos que tuvieron la suerte de ser acogidos en México. Es verdad que la segunda generación de republicanos españoles en México, a la que pertenecen escritores como Ramón Xirau, Carlos Blanco Aguinaga o Angelina Muñiz-Huberman, se construyó una mitografía de sufrimiento y martirio. Pero hubo mucho de pose allí. En realidad, afirma Naharro, los escritores de la segunda generación recubrieron su propio privilegio ‘con su carga de llanto… a través de recuerdos heredados’ (Pág. 317-18). Quizá lo que más incómoda e irrita en este libro es que Naharro se niegue a sucumbir ante la tentación del cierre conceptual o histórico. En su lugar, escenifica, una y otra vez, la irresolución con que nos enfrenta el legado del siglo XX español. Lo que afirma sobre Max Aub también es válido para este libro: busca ‘la tensión entre los espacios rotos de la memoria del conflicto y la imposibilidad de restañar completamente dicho recuerdo mediante un discurso teleológico asumible y concluyente’ (Pág. 171-72). De ahí que Naharro reivindique el potencial crítico que aún hoy mantienen ciertos textos literarios de ficción –de Aub, de Masip, de Sender, de Chaves Nogales o incluso de Cela– por ‘la ironía de su disposición crítica’. Nada que ver con lo que se ha venido produciendo últimamente. La riqueza de estos textos de los años 30, 40 y 50 contrasta con el barato reduccionismo facilón de autores más recientes como Andrés Trapiello y Javier Cercas.

Fotos de Agustí Centelles, fotógrafo valenciano considerado como uno de los padres del fotoperiodismo español.

Sebastiaan Faber nos muestra cómo el Libro de Naharro-Calderón también es disidente. Reconoce que el relato de la Guerra, del exilio, del franquismo y de la Transición, es un campo de batalla político. Pero de la misma forma que se niega a promulgar verdades que consuelen, se niega a afiliarse con ninguno de los muchos actores que se disputan la hegemonía en ese campo de batalla. “Obviamente no está con el Partido Popular o con Ciudadanos. Tampoco con escritores como Cercas o Trapiello, a los que desenmascara como malabaristas equidistantes. Pero tampoco está con los Juan Carlos Monedero y Vicenç Navarro, que se empeñan en criticar la Transición y apropiarse del legado republicano y del exilio. No está con los centralistas españolistas. Pero tampoco está con los catalanistas. De hecho, recuerda que los refugiados del 39, cuya memoria ha intentado monopolizar Catalunya, por ejemplo en el Museu Memorial de l’Exili, eran en su mayoría castellanoparlantes, en parte porque se habían refugiado en Catalunya desde otras partes de la Península. O que el fotógrafo Agustí Centelles, en tanto comunista y comprometido con la causa republicana, no se identificaba, políticamente, como catalán, mal que le pese a la Generalitat. No está con los franceses que quieren consolarse con la idea de que sus campos de internamiento eran menos malos que los campos de concentración y de exterminio de los nazis, motivo de una áspera polémica con el estudioso francés Bernard Sicot. La postura profunda y genuinamente disidente de Naharro se arraiga en dos principios. El primero. cabe llamarlo el principio fundamental del investigador humanista: nunca dejar de cuestionar nada, siempre complicarlo todo, resistiendo hasta más no poder la tentación de la simplificación. El segundo principio es un compromiso ético parecido al formulado por Max Aub, que definía al intelectual como aquella persona para quien los problemas políticos son siempre problemas morales”.


La edición impresa del libro de  Naharro-Calderón (“Entre alambradas y exilios”), con sus casi 500 páginas grandes en letra pequeña, no contiene todos los capítulos: hay otros tres que quedaron fuera. En palabras del autor, “han sido desplazados para la versión final de este libro, debido a cuestiones editoriales de longitud”; es decir, que se han quedado exiliados. Su país de refugio es el blog del autor, donde viven precariamente asilados en formato PDF. Y si los capítulos no caben en el libro, las ideas no caben en el texto; no hay casi página que no tenga largas notas a pie con definiciones, explicaciones, polémicas, excursus… Sólo la bibliografía cuenta con más de cincuenta páginas. “Es difícil resistir la tentación de leer este desbordamiento –comenta Faber–, esta especie de horror vacui, como síntoma. Refleja, para empezar, la disposición del autor. Tiene uno la impresión de que no hay libro que no haya leído y que no hay idea que no pretenda incluir (…) ¿Este libro se podría haber escrito en España? Quiero decir, ¿lo podría haber escrito una persona que pasara toda su vida en el ámbito institucional de la universidad española? Me atrevo a dudarlo. Su dificultad, su disidencia y su desbordamiento reflejan, necesariamente, una perspectiva desplazada. Por un lado, la intensidad y la afectividad de su interés por España y su cultura son las de una persona que se siente y sabe español. Por otro lado, la amplitud y la frescura de su visión crítica reflejan una distancia que debe de haber sido física, cultural y de largo plazo. El propio Naharro acuña una frase para describir la obra de autores exiliados como Aub, Eugenio Ímaz, José Ferrater Mora, María Zambrano o Jorge Semprún, que bien puede aplicarse a él: la suya es ‘una escritura crítico-ética de lucidez desterrada’ (Pág. 28). Esto me lleva a un punto final. Desde que se establecieron las disciplinas académicas, en el siglo XIX, gran parte del conocimiento humanista sobre España se ha producido fuera de España. No es casual que la palabra hispanista suele usarse para hablar de expertos que residen en el extranjero. Pero no todos estos expertos han sido ellos mismos extranjeros. Por lo menos, desde los tiempos de Blanco White, muchos de ellos han sido españoles afincados en universidades no españolas –y no siempre por voluntad propia–”. 


David Bollero escribe en “Público” el artículo “El rey, unidad de lo detestable” en el que explica cómo l@s representantes políticos acostumbran a confundir la diplomacia con el tocino. “Eso mismo le ha pasado esta semana al presidente de Israel, Reuven Rivlin, de visita esta semana en España. Durante su encuentro con el Borbón, el mandatario no dudó en decir lo que fuera con tal de agradar a su anfitrión, ese al que l@s español@s le pagamos al día, prácticamente, lo que gana al mes quien perciba el salario mínimo interprofesional. ‘España es un país unido y el Rey símbolo de esa unidad’, dijo Rivlin… y se quedó tan ancho. Le faltó sumarse a aquella reflexión tan retrógrada del periodista José Mª Carrascal que defendía el regreso del servicio militar obligatorio (la mili) porque contribuía a la unidad de España. Tengo serias dudas acerca de si España es un país unido, pero de lo que estoy absolutamente convencido es de que el rey no es símbolo de unidad. En todo caso y si es capaz de unir todo es, precisamente, todo lo que millones de español@s no queremos ver ni en pintura. ¿Qué monarca obvia la crisis de modelo de Estado, que cuestiona incluso su propia figura, y tira balones fuera centrándose únicamente en la cuestión catalana? ¿Qué rey que sea símbolo de unidad calla ante cifras tan demoledoras de desigualdad como las que revelaba la semana pasada el informe de Oxfam Intermón? ¿Qué jefe de Estado guarda silencio cuando la miseria asola al país entero mientras la corrupción se extiende, incluso, en el seno de la familia de Felipe VI (evidenciando, eso sí, que la ley no es igual para todos)? Pues se lo diré yo, el nuestro, Felipe VI y, así las cosas, es imposible que ese rey nos represente a millones de ciudadan@s que ni lo queremos, ni lo votamos e, incluso, diría más, nos indigna que se pavonee con la única justificación de que nació Borbón. El cinismo y la hipocresía del jefe de Estado es tal que se permite el lujo moral de declarar que ‘nos emociona ver cómo sefardíes de todo el mundo acuden al reencuentro con España y, sin perder su previa nacionalidad, se convierten en nuevos compatriotas nuestros”. Lo dijo ayer mismo, precisamente, el día del 42º aniversario de la ocupación ilegal del Sáhara Occidental por parte de Marruecos; una violación del Derecho Internacional en la que el clan de los Borbones tiene mucho que decir. Una traición en toda regla en la que de la noche a la mañana y en pleno siglo XX, ciudadan@s español@s dejaron de serlo, sin que los Borbones se hayan acordado nunca más de ell@s. En ese sentido, Felipe VI sí es símbolo de unidad, pero de todas esas personas que anteponen el capital sobre los Derechos Humanos, que confunden la solidaridad con la caridad, las ayudas con las limosnas. Así pues, ese individuo ni me representa ni lo elegí, me fue impuesto sin contar mayor mérito que su apellido, dicho lo cual, sencillamente, me sobra”.

 
Los jugadores de la selección española de fútbol se hacen un selfi con la nueva camiseta.

“No somos un gran país –escribe Javier Pérez de Albéniz en el artículo titulado ‘Daltónicos’, en Cuartopoder–, por mucho que lo repita Mariano Rajoy a modo de mantra. Somos un país de mierda que se pone patas arriba porque no acierta a distinguir con claridad si el color de una franja de la camiseta de su selección de fútbol es azul o morada (…) España es un país daltónico que solo distingue los colores que le interesan. Un país retorcido y estúpido que se desgañita gritando contra una camiseta mientras permanece en silencio contra un Gobierno que le roba (el instructor jefe de la UDEF confirma en el Congreso que Mariano Rajoy cobró en B), que se burla de sus ciudadanos (interviene las cuentas de un ayuntamiento que ha rebajado 2.000 millones su deuda), y les condena a un futuro espantoso (Los cinco años de gobierno del Partido Popular se han caracterizado por la falta de una política de ingresos destinada a sustentar el actual sistema de reparto de la Seguridad Social). ‘De cerca es claramente azul, pero de lejos puede parecer morada’, dice el ciudadano entrevistado en el informativo televisivo de máxima audiencia. Mientras, el juez de la Audiencia Nacional modifica las medidas contra el recluso Ignacio González, ex presidente de la Comunidad de Madrid, y fija una fianza que le permite salir de la cárcel. ‘A mí no me gusta nada la camiseta, son ganas de crear mal ambiente’, afirma otra de las personas entrevistadas en la calle. Al tiempo conocemos que la gran banca ha ganado casi 80.000 millones de euros desde 2009, un 40% más de lo que costó el rescate bancario a los contribuyentes. Cuando la deriva nacionalista catalana pierde fuerza, por aburrimiento, el poder confecciona un nuevo capote con el que torear a los ciudadanos. ¿La camiseta de la selección? Si sirve para que no se hable de las cosas realmente importantes, perfecto. Y los ciudadanos de este país de daltónicos, incapaces de distinguir los colores, los asuntos que realmente afectan a sus vidas, agachan la cabeza y embisten con nobleza.

Manifestación del sábado, en Barcelona.

Ayer, sábado, una multitudinaria manifestación se celebró en Barcelona, en la que se pidió la liberación de los presos del 'procés'. Un total de 750.000 personas participaron en la misma, según datos de la Guardia Urbana de Barcelona, pidiendo la libertad de los exconsejeros y los líderes de las entidades soberanistas encarcelados. Convocada por la ANC y Òmnium, miembros de ERC, PDeCAT o Catalunya En Comú-Podem acudieron a la marcha, así como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. La gran ausente fue Carme Forcadell. Al final, se proyectaron varios mensajes de Puigdemont y de los exconsellers encarcelados. Miles de personas exigieron la libertad de los presidentes de la ANC y Òmnium Cultural, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, y de los ocho consellers del Govern cesados que permanecen en prisión. Y se leyó un mensaje de Oriol Junqueras, en el que el exvicepresident subrayaba que “estamos lejos de todos y todo, aislados, encerrados, haciendo de tripas corazón porque no es fácil. Duele y nos han querido hacer daño. Somos la cabeza de turco, como una advertencia a todos, si no sois sumisos arruinaremos vuestras vidas. ¿Cuáles son los sueños que dan miedo a los herederos del franquismo con el vergonzoso apoyo del PSOE? Romper con un pasado de represión. Somos la semilla de la República y si perseveramos lo conseguiremos. Somos el viento fraternal que hará posible el amor a la libertad”.

Las fotomontajes de la semana:


El Rey y la Reina, con el presidente israelí y su mujer, se agasajaron mutuamente el pasado lunes. Ellos, de esmoquín, chaqué y pajarita blanca, dejaron los honores a las damas. Nechama Rivlin, con un vestido túnica en negro con cruces blancas, en el centro; la reina Relitzia, con falda de mantón de manila en negro con flores blancas bordadas, combinada con una blusa de seda blanca cruzada, con lazada de Caprile, y con la diadema floral que Franco regaló a la reina Sofía con motivo de su boda con Don Juan Carlos. El presidente de Israel, Reuven Rivlin y su esposa, Nechama Rivlin, llegaron a España para una visita de Estado. Entre los actos, la ceremonia de bienvenida, diversos encuentros bilaterales… y una cena de gala, con la presencia de Felipe VI y Letizia. Este último acto, celebrado en el Palacio Real, se reflejó en varias fotos, algunas de las cuales fueron recuperadas por los tuiteros que las convirtieron en meme. Entre las tres fotografías que mostramos a continuación, preferimos que sea el lector quien adivine cuáles son las retocadas y cuál es la que refleja exactamente lo que sucedió. 




Hay quien asegura que la camiseta que vestirá la Selección española de fútbol en el Mundial de Rusia de 2018 será más 'republicana' que nunca. Y es que Adidas y la Federación quisieron rendir homenaje a la Selección de 1994, la que participó en el Mundial de Estados Unidos, haciendo una revisión de la camiseta vestida en esa ocasión. Sin embargo, a los diseñadores se les ha ido de las manos el tono azul empleado entonces y se ha empleado un color casi morado para unirlo al rojo y al amarillo que se puede ver de manera predominante, facilitando que nuestras mentes vean, en realidad, una bandera tricolor, la republicana, en el pecho de los miembros de La Roja. 


Iñaki Berazaluce escribe en el diario Público: “La camiseta de la selección con los colores de la bandera republicana es una vieja aspiración de los nostálgicos de la IIª República: un guiño de tintes reivindicativos. Lo que nadie esperaba es que la camiseta oficial que lucirá la selección española en el Mundial de Fútbol de 2018 traiga de serie los colores de la tricolor: rojo, amarillo y morado. Maticemos: no es que algún quintacolumnista republicano se haya colado en el equipo de diseño de Adidas. En realidad, han tenido un fallo de ‘primero de cromatismo’: al combinar una franja azul a rombos difuminada sobre el fondo rojo, el resultado tiene la apariencia del morado, un inopinado guiño a la II República que no ha pasado desapercibido al muy monárquico diario ABC: ‘La mezcla de esos colores con el fondo rojo de la elástica, que hace que el azul parezca morado, recuerda los tonos de la bandera de la Segunda República Española’. La Roja y la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), en un comunicado conjunto tras la polémica surgida con el lanzamiento de la nueva camiseta de la selección española, han asegurado que está ‘fuera de cualquier connotación política’. El líder de Podemos, Pablo Iglesias, se ha convertido en protagonista de esta polémica después de haber dado su visto bueno a la camiseta, como también lo ha hecho su 'socio', Alberto Garzón. Para el líder de Podemos escribió en Twitter: “Hacía tiempo que la selección española no vestía una camiseta tan bonita”. En la polémica interviene el coordinador federal de Izquierda Unida, Alberto Garzón, quien escribe en Instagram: “La nueva camiseta de la selección española tiene su encanto. Incorpora un azul casi morado, y recuerda a ese intento republicano de ampliar los colores de la corona de Aragón (que son base de la bandera catalana y también de la rojigualda) para incluir el morado de Castill”. Y añade: “Lógicamente lo de la selección no es un hecho consciente, sino de pura coincidencia. Pero sin duda es mucho más bonita”.


Poco ha tardado en estallar Eduardo Inda contra el diseño de la camiseta, tachándolo de ‘repugnante’ e ‘impresentable’. Cuando Pedrerol le preguntó en 'El chiringuito' si se trata de una burla, el director de 'Okdiario' lo negó, asegurando que se trata de ‘un tropiezo’, porque de lo contrario habría alguien en Adidas a quien ‘hay que llevar al frenopático’. No contentó con eso, Inda la comparó con la hipótesis de que en Estados Unidos pusieran la bandera confederada. Y advirtió: “Si juegan así, yo no voy a ver ningún partido”. Diariocrítico escribe: “La camiseta que vestirá la Selección española de fútbol en el Mundial de Rusia de 2018 será más 'republicana' que nunca, y quizás, también será la más polémica., Se ha desatado todo tipo de reacciones en las redes sociales, desde la aprobación a la crítica pasando por las bromas y 'memes'. 


La selección española pasa a llamarse la ‘Sedición Española'”

¿No notáis algo raro en la nueva camiseta de la selección? @Zurdo



En su declaración ante el juez, Ignacio González negó varias veces que tuviera dinero sin declarar fuera de España

Ferrán Martín, por la libertad de expresión.

Bajo el alegato gráfico #HumorAmenazado, varios humoristas están manifestándose en Twitter contra la represión a los dibujantes, humoristas gráficos y, en general, contra todo aquel que utilice el humor para criticar y satirizar la actualidad política. En un manifiesto promovido desde la cuenta @ElMundoDeGila, se citan varios casos recientes, como el despido “inesperado” de  los viñetistas Ferrán Martín y Eneko de las Heras, que se suman a una larga lista en la que están Orué o JR Mora. El manifiesto cita las denuncias contra Mongolia y El Jueves, el caso de los titiriteros acusados de apología del terrorismo o la persecución contra el Gran Wyoming y Dani Mateo, que finalmente ha sido sobreseído en los tribunales, por burlarse del Valle de los Caídos. Junto al manifiesto, que han firmado también otras personas conocidas como Rubén Sánchez, de Facua, se están difundiendo multitud de viñetas de humoristas que reflejan la amenaza que pende sobre ellos.

En el manifiesto HumorAmenazado hay más de cien firmas de dibujantes de cómic, ilustradores, humoristas gráficos, algunas publicaciones satíricas y colectivos con el objeto de posicionarse a favor de la libertad de expresión en todas sus formas artísticas, contra la censura, despidos y presiones y en defensa del humor frente a los que pretenden convertir simples chistes en motivo de procesos judiciales. Entre otras cosas, se reclama a los medios y a sus dueños respeto y reconocimiento a la independencia y labor profesional como artistas del humor gráfico, cuya única pretensión es la de “hacer reír y favorecer el pensamiento crítico de nuestros”.




El humor de esta semana en la prensa: El Roto, Forges, Peridis, Vergara, Mannel F. Pat, Atxe, El Boca del Lobo, Malagón, Salazar, J.R. Mora…
















 Los nuevos referentes.
 Montoro, a por Madrid.






Pep Roig, desde Mallorca: Entre muros, La sospechosa cima política, Cosa de extremistas, Predestinación, Humo, Zafarrancho en el combate…







Los vídeos de esta semana. Agustí Centelles

La Guerra Civil a los ojos de Agustí Centelles en Valladolid ¡MANDA GÜEVOS! El Bigotes se niega a declarar pq está pochando en un curso de cocina Polònia | 454 | 09/11/2017 Jorge Verstrynge habla sin pelos en la lengua sobre la actuación de los poderes monárquicos y el Gobierno Central Jorge Verstrynge MUY ENFADADO por el 155 "ES EL COLMO!! UN GOLPE DE ESTADO MONARQUICO" (Entrevista)  Gregorio Sánchez Fernández, “Chiquito de la Calzada”, luchaba en el mayor combate de su vida en la UCI del “Carlos Haya” de Málaga. Ayer nos llegó la noticia de su fallecimiento. La vida de este entrañable humorista de 85 años ha sido un combate por la vida desde su infancia. Chiquito era un luchador al que su biografía no le dio tregua de tablao en tablao, de teatro en teatro, de España a Tokio, de platós en platós televisivos, de pugnar por sobrevivir hasta alcanzar la más intensa fama. El artista sufrió una caída en su piso malagueño el pasado mes de octubre. Se recuperó y salió del hospital para volver quince días después, finalizando el sábado, a las tres de la madrugada, con tal fatal desenlace. Buenafuente con chiquito de la calzada el 12 de mayo de 2009.

No hay comentarios: